Autor: Vicente

  • Peregrino

    ¿Volver? Vuelva el que tenga, tras largos años, tras un largo viaje, cansancio del camino y la codicia de su tierra, su casa, sus amigos. Del amor que al regreso fiel le espere.

    Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas, sino seguir siempre adelante, disponible por siempre, mozo o viejo, sin hijo que te busque, como a Ulises, sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

    Sigue, sigue adelante y no regreses, fiel hasta el fin del camino y tu vida, no eches de menos un destino más fácil, tus pies sobre la tierra antes no hollada, tus ojos frente a lo antes nunca visto.

    Original de: Luís Cernuda

  • Falta de tiempo

    Me entristece ver un blog tan vacío como este.

    Reconozco que en ocasiones la falta de ideas tiene la culpa, pero otras muchas me pierdo  la satisfacción que produce transmitir por simple falta de organización. Dejo pasar los minutos  desaprovechándolos en tareas que no son interesantes salvo para mi, y os dejo huérfanos de palabras día tras día.

    La verdad es que tendría tanto que decir y tan poco tiempo para expresarlo.

    Hoy haré mi enésimo propósito de enmienda; a ver si algún día consigo volverme más constante.

  • Mi padre

    Mi padre era un hombre sencillo; quizá no fue un hombre importante, pero si pudiésemos medir la calidad humana, entonces, seguro que sí.

    Podría decir muchas cosas sobre él, pero lo que dice más de mi padre es que fue un hombre cabal.

    Fue un buen esposo y un buen padre; de él aprendimos los valores de la vida, y de su mano crecimos hasta hacernos hombres, y hoy… ya no está.

    Sé que el se sentía orgulloso de su familia, y aquí y ahora, yo puedo decir, que tanto mis hermanos como yo, nos sentimos muy orgullosos de ser sus hijos.

    Allí donde estés, papá, te echaremos de menos.

  • La crueldad

    El Diccionario de la Real Academia define la palabra crueldad como: «acción cruel e inhumana»; y cruel sería: «que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos».

    Todos podemos imaginar actos de esta naturaleza, y pensar en personas (por denominarlos de alguna manera) capaces de cometerlos.

    Hasta aquí, sencillo. ¿No?

    Pero ¿qué es exactamente ser cruel? ¿qué es la crueldad?
    ¿Son actos de crueldad la violencia de género? ¿Lo son acaso los espectáculos con animales?

    Por supuesto que sí, pero no lo son menos los que cada día cometemos sin apenas reparar en ellos. Mirar las noticias, o leer en la prensa, que miles de personas mueren diariamente de inanición, torturadas, en guerras o actos terroristas nos conmueve profundamente, pero automáticamente lo apartamos y proseguimos con nuestro quehacer diario. Relegamos algo que nos repele a un segundo plano.

    Es tristemente cierto, sea cual sea la noticia, por escalofriante que pueda llegar a ser, al poco tiempo se convierte en una mera anécdota. Una anécdota que comentaremos con alguien en una de esas conversaciones que areglan el mundo, conversaciones que al final serán tan sólo palabras porque muy pocos hacemos realmente nada… Eso nos convierte también en crueles (al menos en cómplices) No porque nos deleite, sino porque es inhumano olvidar el sufrimiento que hace padecer a los demás.

    No sólo es cruel el que hace daño, también lo es el que no hace nada para evitarlo.

    En resumen, a mi modo de ver, la mayor crueldad es sumir en el profundo pozo del olvido a alguien, sea por el motivo que sea; nadie merece ser olvidado, porque recordándole hacemos que siga viviendo.

    Ahora sólo faltaría poder hacerle llegar el mensaje, diciéndole:
    «Estoy ayudándote a vivir, porque en mi pensamiento diario te doy ánimo y fuerza para seguir luchando. Nunca te olvido.»

  • La poca vergüenza

    Hay personas que merecen siempre nuestro respeto, bien sea por su carisma, por sus méritos, o por cualesquiera otras razones que a nosotros se nos antojen, al fin y al cabo hemos sido nosotros los que elegimos respetarlos.

    Por otra parte las hay que nos defraudan, porque nos fallan…
    Ahí el error, ¿fallan ellas o fallamos nosotros al valorarlas? Yo soy de los que se decanta por la segunda opción.

    Por último estan las de la poca vergüenza.
    Estas son las que, a pesar de merecer nuestro respeto, no lo tienen. Simplemente porque no hacen uso de los valores que lo demás vemos en ellas, y además tienen la poca vergüenza de hacernos creer que somos nosotros los que fallamos. Un rotundo NO para éstas.

    La palabra ‘amistad’ vale mucho más de lo que cuesta decirla. Y para tener la de alguien que te valora no basta con pronunciarla. Hay que sentirla y demostrarla.

  • Metamorfosis

    Cuando hubo dado el último retoque a su obra, el artesano balanceó su propio cuerno con ambas alas y, agitándolas, se suspendió en el aire; aleccionó también a su hijo diciéndole:

    «Te advierto, Ícaro, que debes volar a media altura, para evitar que las olas recarguen tus alas si vas demasiado bajo, y que el calor las queme si demasiado alto; vuela entre mar y cielo. Te aconsejo que no mires al Boyero ni a la Hélice ni tampoco a la espada desnuda de Orión; ¡vuela detrás de mí!».

    Algún pescador cuando capturaba peces con temblorosa caña, algún pastor apoyado en su báculo, o algún labrador en la estepa, los vio y se quedaron atónitos, y creyeron que eran dioses, puesto que podían surcar los cielos.

    Ovidio

  • Escalones largos

    ¿Alguna vez os ha tocado utilizar esos escalones que dan acceso a garajes subterráneos?

    No me refiero a escalones normales, sino a aquellos que están a medio camino entre una escalera y una rampa… (ya veo que vas imaginándolos)
    Pues bien, en esta semana me ha tocado utilizar varios y en varias ocasiones.

    Sonará a tonto (y seguro que es tonto) pero me ha estado rondando la cabeza, durante días y días, la misma pregunta: ¿Cual es el mejor método de subir o bajar esos laaaaargos peldaños?

    En una escalera normal cada paso equivale, habitualmente, a un peldaño; así el desnivel y la cadencia de los pasos nos parece adecuado, pero ¿cómo deben utilizarse esas otras de las que hablábamos antes?

    En éstas (las raras) un paso normal es poco para cada peldaño, pero dos son demasiado, por lo que nos vemos dando zancadas imposibles, o caminando cual muñecas de esas que dan pasitos cortos y torpes porque no doblan las rodillas.

    ¿Qué será lo correcto?
    No solo físicamente (porque a lo mejor perjudica la espalda hacerlo mal) sino socialmente.
    Si alguien nos acompaña y damos un sólo paso por escalón, le dejaremos atrás si él, o ella, usa el método contrario, y viceversa.

    A lo mejor alguno de vosotros ha tenido la misma inquietud (o tontería) y se atreve a ayudarme, porque yo sigo sin haber llegado a ninguna conclusión.

  • Ser el primero

    Es cierto que en muchas ocasiones nos preocupamos demasiado del ¿qué dirán?.
    Yo creo que es necesario reirse de la vida y defender aquello con lo que nos sentimos bien, aunque en el intento los demás nos critiquen.

    Nos asusta el ridículo, pero, ¿qué es hacer el ridículo?

    ¿Acaso tomarse las cosas (o actuar ante ellas) de forma distinta a como lo hace la mayoría?
    ¿Quizá defender una idea qué, a ojos de lo demás, parece absurda?
    O tal vez, ¿tomar decisiones que los demás no comparten porque no se atreven?

    A muchos de los que se atrevieron, el tiempo y la historia les convirtió en pioneros, descubridores, incluso genios.

    Así pues, ¿qué importa hoy si en su día hicieron el ridículo?, a ellos no les amedrentó ser los primeros en salir al bailar cuando la pista estaba vacía; y siguieron bailando… A pesar de aquellos que esperaban arroparse en la mayoría para que nadie se fijase en ellos.

  • ¿Acaso quería saberlo?

    ¡Pues, claro que no!
    Era una pregunta de aquellas que se hacen sin esperar respuesta.

    Lo malo, lo auténticamente perverso, fue la respuesta; llegó como un tiro a bocajarro, desgarradora y cruel, traicionera…

    Era ya demasiado tarde para pensar ¿por qué lo habré preguntado?

  • Tiempo de olvidar

    Cuando queremos olvidar algo, resulta muy dificil.
    Como una ironía de nuestra mente, debemos pensar en aquello que queremos dejar de recordar y, al hacerlo, estamos refrescando la memoria.

    ¡Tremenda paradoja!