Resulta asombroso cuantas veces a lo largo de una vida, intentamos poner en orden nuestras ideas; a veces, involuntariamente, ponemos a trabajar nuestra mente en organizar futuras tareas que quizá nunca se lleven a cabo, sin embargo ahí estamos una y otra vez reorganizando nuestros pensamientos.
Es muy posible que esto no le preocupe a la inmensa mayoría de las personas, pero a mi no deja de resultarme especialmente atractivo. Dejar volar la fantasía, soñar despierto, fijar metas lejanas, andar caminos imaginarios, construir… en definitiva, pensar.
Hay ocasiones en las que me asaltan los pensamientos, llegan a mi las imágenes de esas fantasías animadas sin que yo haya hecho nada para que fluyan, simplemente las dejo venir, sin embargo hay otros momentos en los que soy yo quien provoca la situación y fuerzo a mi mente a navegar en ese mar lleno de detalles e intento hilvanar una sucesión de acontecimientos que determinen una nueva idea.
No resulta extraño verme en actitud pensativa, como escudriñando un horizonte interior. En estas circunstancias, me desconecto de la realidad y me sumerjo hacia las profundidades intentando dar luz a un oscuro pozo.
No obstante, la mayoría de las veces adopto esa actitud justo antes de dormir. Sin nada que pueda distraer mi atención, lleno mi cabeza de todo aquello que me apetece y comienzo a revolver hasta que algo destaca sobre lo demás y a partir de ahí comienza la maravillosa experiencia de ver como se van formando los pensamientos, como de una cosa se puede saltar a otra sin que se rompa la armonía, eres tu propio coreógrafo, tu propio guionista, tu propio director. No hay límites para lo que se puede construir o destruir, para lo que se puede andar y desandar, se llega a todas partes y a la vez se tiene una visión global del conjunto, algo imposible en la realidad.
En este instante, mientras escribo, soy capaz de pensar en otras cosas que no tienen nada que ver y eso me fascina. Me pregunto ¿cómo la mente humana es tan versátil que nos permite emprender varias tareas a la vez?
No, no voy a contestar. Dejo esa cuestión para los expertos, el motivo de escribir es parte de un pensamiento de esos que, a modo de castillo en el aire, he construido.
Comenté con alguien la idea de escribir sobre los pensamientos, a veces extraños, que puede tener una persona; ahora es cuestión de ir anotando aquellos que parecen mejores para transcribirlos algún día.